Mira que te lo advertí. Ella sabía como era, y lo que podía ocurrir. Pero preferiste seguir sin tener en cuenta ese aviso. Las gotas de sudor brotaron de su piel al verte tan cerca, y supo que ese cuento no estaba escrito para ella. Ni siquiera podía pensar con claridad y su respiración a contrareloj la estaba delatando. Dos cuerpos en uno que encajaban a la perfección como dos piezas de un puzzle y tú, sabiéndolo, seguiste sin parar. Tus manos bien agarradas a su cintura, ella paralizada contra la pared. Tus labios tan cerca de los suyos, ella intentando no lanzar ni un sonido que denotara cierto placer por esa situación. Y tú, que impasible seguías sin cerrar los ojos para no perderte ni una expresión de su cara, ya estabas saboreando el dulce sabor de su esencia, que era más delicioso incluso que su encantador aspecto.
Y desde ese instante..
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