Tienes una mirada que enturbia el pensamiento y paraliza a una los sentidos. Una mirada que abrasa y fulmina, a la vez que seduce. Una mirada sedienta, hambrienta. Una mirada que incita a devorarte ahí mismo.
Te encanta derrochar. Eres infinito en abrazos, miradas, palabras, besos, sesiones de amor, e incluso en pequeños detalles.
Estás en cada poro de mi piel, en cada canción, en cada movimiento de reloj, en cada subidón de adrenalina o en cada bombeo de sangre. En cada palabra susurrada interrumpida por un gemido y en cada orgasmo.
Ni siquiera rozas la perfección, pero probablemente eso sea lo mejor de todo.
Ni siquiera rozas la perfección, pero probablemente eso sea lo mejor de todo.
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